Mas allá, un campesino se aferraba a la mano de la enfermera, bajo el azote de dolores provocados por un cáncer terminal.
Un jovencito, en otro pabellón, trepaba por la cama, rumbo a la camilla que lo llevaría a una hermodialisis.
Ninguno de ellos tenia motivos para estar contento.
Afuera del Hospital los esperaban viviendas lóbregas, frías; comidas escuálidas, ropa de segunda.
Pero todos se aferran a la vida. Por fea que esta sea, saben que mas fea es la muerte.
Darían cualquier cosa, dicen por estar en lugar del visitante, por pobre, desempleado y muerto de hambre que este ande.
Por ellos decidimos ya no quejarnos mas de lo mal que anda la vida.
Estamos vivos. ¡Viva la Vida!