sábado, 31 de diciembre de 2011

Feliz Año...2012




Al fin se acabo el 2011, un año difícil a nivel local. El crimen organizado mermó el ánimo y la economía de todo el país.

Sin embargo, aunque el 2011 no haya sido el mejor año, ya terminó y es momento de dejarlo atrás. Muchas de las angustias de los humanos se deben a la costumbre que tenemos de "rumiar" los hechos, de no aceptarlos, en vez de sufrirlos y dejarlos pasar.
Solemos dedicar días enteros a imaginar " qué hubiera pasado si..." El asunto es que no pasó, la realidad está ahí y nuestras expectativas, odios y angustias no van a cambiarla.

Es momento de iniciar el año en blanco, de entender que se nos presenta una oportunidad más para renovar fuerzas, para poner en orden nuestra vida laboral y personal. Aprender a no atormentarnos porque las cosas no salen como queremos. Esto es lógico, ya que no todo depende de nosotros; en lo único que realmente podemos incidir es la forma en que afrontemos la vida. Es buen momento para despojarnos de prejuicios y de adjetivos que cargamos como pesadas etiquetas. Recobremos la inocencia y la imaginación. Pidamos a los Reyes Magos, que nos traigan confianza, tolerancia, temple y prosperidad.

Feliz Año Nuevo les desea su amigo Jorge Peinado.

martes, 27 de diciembre de 2011

Propósitos para el año 2012...



"El año no termina el 31 de diciembre. En todo caso, seria más natural que concluyera el último día de invierno para dar paso a la primavera, sin embargo, sentimos que un ciclo termina.
El 2011 se va para siempre y nos deja a los pesimistas el sentimiento de que pudo haber sido mejor, de que la vida es una porquería y que más valdría aventarse del Faro de Comercio."

La vida no es vida, no entendemos por qué estamos aquí o por qué queremos seguir aquí. La amenaza del infierno nos hace mitigar toda idea de autodestrucción, así que nos programamos para seguir, aunque sea sin ningún objetivo; guiados por cualquier cosa, excepto por nuestros verdaderos deseos. Estamos seguros de que debemos rendirnos ante el verdugo más voraz de todos, el que se posa frente al espejo cada vez que nos miramos, tan cínico que la mayoría de las veces nos dice: "hoy no te ves tan bien y no me pareces tan listo". Así sales a trabajar, cabizbajo, por necesidad, de mala gana; el tiempo se te va, no manas, te sedimentas, no haces gran cosa, no produces, puede ser que envejezcas viendo pasar la vida: año con año, lo mismo; sólo que más viejo, más canas, más sueños sin cumplir.Ya no conociste Europa antes de los 40.

Una idea te atormenta: no eres egoísta, eres buena persona, haces todo lo que te dicen que produce felicidad, pero ésta sólo se asoma tímidamente. Te matas en el gimnasio para tener un cuerpazo, haces yoga para equilibrar tus chacras, has estudiado un posgrado, tienes una familia a la que quieres, eres apreciado en tu círculo social y disfrutas de buenas fiestas. Aún así, no hay nada.

La frustración, en sentido lato, es el estado en el que se encuentra el individuo ante la incapacidad de poseer el objeto que codicia. En la medida en que nos ilusionamos con propósitos de Año Nuevo, creamos una serie de fantasías que a veces se contraponen; hacemos una especie de "yo ideal" y nos apegamos a la idea de que este año podremos convertirnos en el personaje de alguna súper producción hollywoodense.
Dicha creencia nos produce una satisfacción inmediata que acaba dinamitándose por estar fundamentada en un modelo ajeno, inacabado, imposible. Tal vez, en lugar de concentrarnos en lo que no hemos logrado, deberíamos focalizarnos en lo que sí hemos hecho. Claro que es posible inducir una sensación de bienestar, pero no desde la comparación estéril, sino desde la evolución personal.

Los propósitos de Año Nuevo son un cruel recordatorio de lo que no hemos alcanzado, hacen que nos enfoquemos en nuestras carencias y fallas, que nos olvidemos de lo que hemos hecho bien. En lugar de exaltar nuestros defectos y angustiarnos por nuestras debilidades, propongo que hagamos una lista de cosas que nos gustan de nosotros mismos.

¿A quién engañamos?, tal vez nunca volvamos a ser talla treinta y seis, pero tenemos cosas por las cuales estar contentos.
La vida debería tratarse más de lo bueno que se tiene, que de las deficiencias.
Atesorar nos brinda seguridad y nos ayuda a seguir adelante. La crítica es buena, pero no la mordaz que nos destruye y nos hace sentir apocados. Nuestras virtudes son grandiosas, así que celebrémonos con cada sorbo de sidra; no por comodones, sino por compartidos. Todos tenemos que darnos al mundo, pero ¿cómo hacerlo si no sabemos los recursos con los que contamos, lo positivo que tenemos y lo maravillosos que somos?

Que este año nos ovacionemos no significa que no tengamos retos o que seamos doblegados, sino que somos magnánimos y agradecidos con la vida. Reconociendo nuestras fortalezas será más fácil lograr nuestros objetivos

Lista de propósitos para el año 2012:

1. Crear un periódico escolar mensual
2. Que la soberbia no sea la madre de mi falta de autocrítica
3. Reírme de mi estupidez.
4. Tratar de ver con los ojos del alma
5. Involucrarme en una causa social aunque sea en la de Javier Sicilia
6. Tratar de ser más espiritual.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Feliz Año...2012 "El Buscador"



"Nada tiene significado excepto el significado que nosotros le damos."
T. Harv Ecker

Con la llegada de la Navidad, el ambiente cotidiano cambia radicalmente: nos volvemos más amistosos y amables; unos verdaderos encantos. Abrazos, buenos deseos, felicitaciones, espíritu de esperanza, regalos, la cena, la fiesta, y de pronto...todo termina.
Regresamos del sueño decembrino a la realidad martirizante que nos vuelve a separar, Entonces, los sueños se esfuman y quedan olvidados en algún cajón junto con los abrazos, los buenos deseos, las felicitaciones, la esperanza,los regalos, la cena, la fiesta.

Recordemos que lo que nos sucede no nos define;es lo que hacemos con ello lo que importa. Es lo que nos decimos a nosotros mismos lo que significa. los eventos, por sí solos, no tienen significado, uno se los da.

Cada año trae nuevos retos, nuevas adversidades, pero las circunstancias no nos hacen, sólo nos revelan nuestro estado de ser.
Si eliges reflejar, serás hijo de las circunstancias. Y serás definido por tu entorno.

Concebimos la idea de que nos falta algo; así es como nace el Buscador, Y a partir de ese momento, comenzamos a enfocar toda nuestra energía en hacer mucho dinero, realizarnos a través de la pareja, el sexo; buscamos la realización espiritual, a dios, buscamos la iluminación... Pero todo esto no son más que conceptos, rótulos que tienen un único fin: el sentido de plenitud, de totalidad, de paz interior y natural bienestar.

En realidad, tal bienestar depende del valor que le demos a la persona que tendrá que acompañarnos toda la vida. ¿Cómo quisieras que fuera esa persona? Esa persona eres tú. De todos los que pueblan el entorno de tu vida, el único que estará contigo siempre eres tú. Es momento de apreciar a esa persona.

Regalémonos un fin de año lleno de bríos y tesón. No basta con tener fe en ser mejores el próximo año: hay que ser mejores desde hoy. Para que no se apague la luz de la esperanza en enero o febrero, y para que podamos ser un poco más felices que antes, para que nos llenemos de fraternidad... que es lo que necesitamos.

"Mis mejores deseos: ¡Felices fiestas!, ¡que alcancemos en conjunto el sueño de la paz y la armonía!"

domingo, 18 de diciembre de 2011

El Orejón y su Navidad




Catorce años de no interrumpida laboriosidad podía apuntar el Orejon en su hoja de servicios; catorce años en que no hubo día sin ración de palos y sin hambre. ¡El hambre especialmente! ¡Qué martirio!

Sacar fuerzas de flaqueza para el cochinero trote, obligado por los pinchazos del recio aguijón; aguantar picadas de tábanos y de moscas borriqueras, enconadas, feroces con el sol y el polvo, en las llagas de la reciente matadura; sufrir talonazos y ver cortar la vara de avellano o de taray que, silbadora y flexible, se ha de ceñir a su piel, averdugándola; probar la dentellada de la espuela y el sofrenazo violento del bocado; recibir puñadas en el suave hocico y en los ojos, en los dulces y grandes ojos cuya mirada siempre expresa mansedumbre; doblegarse bajo la excesiva carga; arrastrarse molido y pugnar por no caer al suelo antes de que se termine una caminata tres veces más fatigosa de lo que cabe dentro de los límites del vigor asnal; todo esto, con ser tanto, le parecía miseriuca al Orejon, en cortejo de pasar rozando una pradera verde como la esperanza, mullida y aterciopelada como tapiz de seda, y no poder hartar la panza vacía, redondear los ijares metidos y chupados y la tripa hueca como tubería de órgano. Era tal la impresión que causaba al Orejon la vista de la hierba apetitosa, rociada, velluda, de los dorados pajares y de las mieses en sazón; tal la rabia que sentía al oír el murmurio de la fuente cuando secaba sus fauces el anhelo del trabajo y la polvareda pegajosa del camino real; tal la violencia de su furioso apetito y el ímpetu de su colosal gazuza, que más de una vez, él, el manso, el resignado, el trabajador, el obediente, «pensó» hacer una muy gorda y sonada: soltar un rebuzno de guerra y arremeter a coces y a muerdos contra su despiadado jinete, su espolique, su amo, su tirano... ¡Qué deleite arrojar al suelo el lastre de sacos de harina, que pesan cual plomo, patearlos, reventarlos; que la harina se esparciese por la carretera; meter en ella el hocico, aventarla, hacerla volar en blanquísimas nubes! Y si era mucha el ansia de comer, no menor la de revolcarse. ¡Revolcarse! ¡Cuánto tiempo, desde su tierna infancia, su época de buchecillo retozón y candoroso, que no se revolcaba, con las cuatro patas batiendo el aire y la gris barriga al sol, el Orejon!

Cruzaban estas ráfagas de emancipación por la deprimida mollera del esclavo, pero no adquirían consistencia; eran aleteos pasajeros que abatía al punto la convicción de su eterna servidumbre y de que la había dispuesto la suerte, el fatum que preside a la existencia del jumento. Sí, lo peor del caso es que al Orejon la desgracia le había hecho fatalista; no esperaba nada de la Providencia, ni se atrevía a creer que pudiese lucir para él jamás un instante de relativa dicha. Hiciese lo que hiciese lo mismo tenía que ser... Hambre y palos, palos y hambre... Arriba con la carga; avante por la senda, y nada de protestas ni de quiméricos ensueños...

Razón llevaba el paciente Orejon en desconfiar de la suerte y en prometerse mayores desventuras; su amo, en vez de mostrarle algún apego, una pizca de consideración, a medida que el Orejon perdía fuerzas, agilidad y bríos, iba tratándole con mayor dureza y encomendándole las tareas más rudas y bajas, los transportes más reventadores y las jornadas a palo seco, en todo el rigor de la frase. Por eso, la glacial y lluviosa noche del 24 de diciembre encontró al cuitado Orejon sufriendo la intemperie con cachaza estoica, atado a una argolla de hierro, a la puerta de la más conocida taberna del Pellejón, una de las varias que salpicaban las orillas de la carretera de Matehuala. Otras veces no faltaba para el Orejon en aquel templo báquico el abrigo de una cuadra o de un estercolero, o siquiera de un cobertizo cerquita del pajar; pero ésta era noche de bulla y parranda, de regodeo y jarros colmados de vino y aguardiente, y cuando el Orejon, al trotecillo desmayado de sus provectas patas, se acercó a la taberna, no quedaba sitio ni techo para él. De dos puntillones, el amo le pegó a la pared, le amarró a la anilla, y allí se quedó el jumento, sin más techo que un emparrado desnudo de follaje, cuyas ramas goteaban hilos de agua llovediza, formando una charca bajo los cascos.

Veía el Orejon, al través de los vidrios de la ventana, la sala de la taberna iluminada, alegre, llena de hombres que jugaban a los naipes, disputaban, despachaban guisotes de bacalao y apuraban vasos de caña y tinto. Mientras los racionales celebraban así la Navidad, el asno, transido y empapado hasta los huesos, rendido de cansancio y desfallecido de necesidad, no tenía ánimos ni para exhalar un suplicante y doloroso rebuzno pidiendo sustento y calor. Una nube veló sus pupilas; sus corvas se doblaron. Iba a caer sobre el fango líquido, cuando advirtió una claridad suave, muy diferente de la que derramaban las pestíferas candilejas de la taberna, y divisó a su lado, con profunda sorpresa a otro borrico: un asno plateado, de luciente pelo, vivaracho, cordial. ¡Qué compañía tan grata! «¡Hi-ho!», flauteó dulcemente el caduco y asendereado jumento. Púsose el recién venido a roer con los dientes la cuerda que al Orejon sujetaba, y presto lo dejó libre. Echó a andar el argentado borriquillo, y detrás de él, sin meterse en más averiguaciones, el Orejon, ya regocijado y fuerte. A medida que adelantaban, la noche se hacía transparente, estrellada, tibia; el camino, fácil, seco, llano, lindo. A derecha e izquierda, prados de un tono de felpa verdegay, esmaltados de violetas y ranúnculos, convidaban al Orejon a saciar su apetito; arroyos cristalinos le brindaban con qué apagar su sed. Y el Orejon, entrando a saco, descuidado, libre, se entregó a la hierba jugosa; desde lejos podía oírse el ruido de molino que al mascar producía su vieja dentadura. Bebió a su talante en los manantiales; atracóse de trébol y hierba mollar, y al paso que devoraba, redondeábase su panza como globo que se infla, hasta que de súbito estallaron las cinchas que sujetaban la albarda, y quedóse en pelota, feliz como un rey. ¡Ahora sí que no se sentía fatalista el Orejon! Tan dichosa aventura lo convertía en el mayor providencialista del universo. En lontananza empezaba a despuntar la mañanica dorada y risueña; las violetas del prado olían a gloria; todo incitaba a un revuelco deleitable, y, izas!, el Orejon se dejó caer y se puso a nadar en aquel golfo de verdura, impregnándose de olores floreales, recogiendo en su pelambrera hojas de manzanilla. El asno se sentía victorioso, envuelto en luces de gloria. Y allá en los aires, lejos, alto, voces misteriosas repetían la profética cláusula: «Nos ha nacido un niño, y se llama Emmanuel...» El asno de plata, salvador del Orejon, le miraba entre compasivo y amigable, y le rebuznaba bondadosamente: «¡Hi-ho! ¿No me conoces? Soy el que calentó con su aliento a Jesús en el establo..., y el que llevó a Egipto a María la Nazarena...»

A la puerta de la taberna, el amo del Orejon, al salir de madrugada con los humos de la embriaguez muy densos aún, vio a su montura tendida en la charca, los ojos vidriosos, las patas rígidas.

-Rompióse la cuerda -observó el tabernero-. No le dé patadas -agregó-, que de poco sirve; tiene la oreja fría; está difunto.

Pero el amo, con la terquedad característica de los beodos, seguía descargando puntapiés al animal, jurando, blasfemando y maldiciendo. Al fin, convencido de lo inútil de sus esfuerzos, soltó una opaca risotada.

-Para lo que servía... -gruñó-. Ya ni podía conmigo.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Navidad...y la perra vida en los cruceros.

Son las cinco de la mañana, el frío cala hasta los huesos, el termómetro marca dos grados bajo cero, todo tembloroso Paco está esperando que le lleven su bulto de periódicos para venderlos en el crucero, el mismo que trabaja desde que era un niño y acompañaba a su papá.
A las nueve de la mañana acaba con la venta y desayuna sus cinco tacos de barbacoa y su coca en ave. Ruiz Cortines y prolongación Edison.
Terminada la jornada matutina se reporta de inmediato con su jefe para vender el Extra de la tarde, y de nuevo se posiciona  en su crucero.
Hay que sorber diesel y humo del mofle, librar las embestidas de los camiones, mentadas de madre de los conductores, verles la cara de mal genio a los automovilistas.
Se preguntara la edad del voceador con cuerpo de niño y cara de mayor, le sorprenderá su respuesta diez años de edad, ahora compárelos con sus hijos, aniñados aún a los quince o diecisiete años. 
Esta Navidad, mientras usted  cena pavo y sus hijos desenvuelven regalos, Paco corre desaforado a casa, perseguido por una pandilla de la Garza Nieto que pretende robarle sus ganancias del día.
Si lo ve hoy en algún crucero, por favor no sea cruel con el: no vaya a desearle ¡feliz Navidad!.
Porque para Paco y para millones de mexicanos no habrá Navidad, no hay felicidad, no hay juguetes y no hay niñez.
Algunos, lo tienen todo. Otros, ni siquiera el derecho a ser considerados niños, así es la perra vida en los cruceros.  

domingo, 11 de diciembre de 2011

Merry Christmas "Yo también te quiero"

Hoy recibí una llamada telefónica extraña. Eran aproximadamente las once del día cuando sonó el timbre del teléfono. Estaba yo solo en la cocina y acudí al llamado. En el momento de ajustarme el auricular y antes de identificarme, escuché una voz amable, aparentemente cansada que paternalmente me dijo:

"Le suplico que escuche sin interrumpirme. En Navidad diariamente a esta hora marco al azar un número telefónico, para dejar un mensaje. No se quien sea usted y así es mejor. Lo que tengo que decirle es lo siguiente:

"Usted tiene seres queridos a quienes durante mucho tiempo no les ha expresado directamente, con sencillez y honestidad lo mucho que los quiere. Desinhíbase. Dígalo sin más pero especialmente a sus hermanos, a sus padres; esposa, amigos, vecinos. Hágalo directamente y sin que medien más explicaciones.

"Diga sencillamente "Merry Christmas, te quiero mucho"; y habrá depositado la más fértil semilla del amor. Por mi parte debo decirle que "Merry Christmas que yo también lo quiero mucho a usted, por el solo hecho  de ser mi semejante, muchas gracias por escucharme...ha sido usted muy amable".
........Y cortó la comunicación.

Confieso sinceramente que esta experiencia me ha inducido a profundas y muy variadas meditaciones.

Merry Christmas "Yo también los quiero mucho."

viernes, 2 de diciembre de 2011

Merry Christmas and Happy New Year...AUNQUE SÓLO SEA POR UN MES.

La Navidad inició como una celebración religiosa que transfiguró en el evento mercadológico más importante del año. Poco a poco, el significado original de la Navidad fue desvaneciéndose hasta convertirse en una especie de fiesta laica que celebra el materialismo. Sin embargo,no todo se puede satanizar, la Navidad también es un motivo para reunir a las familias y fomentar la convivencia; es una explosión nostálgica, también un escape.
Durante las décadas de los cincuenta y los sesenta, la gente esperaba con ansia a que las grandes avenidas se llenaran de luces en diciembre. Personas de todas las edades y clases sociales se reunían en las tiendas de mayor prestigio sólo para admirar lo que venia del otro lado.
Definitivamente, aquella era una época de mayor inocencia, hoy las posadas son borracheras y las ventas nocturnas son mucho más emocionantes que cualquier espectáculo de luces. La Navidad  se ha esparcido por el mundo como un producto más de la globalización. Basta con decirle que hasta los chinos celebran la Navidad. Iluminan sus hogares con linternas de papel y "árboles de luces" que decoran con cadenas de flores. Los niños cuelgan medias de muselina y esperan la llegada de Santa Claus, a quien ellos llaman Dun Che Lao Ren, que significa "El viejo hombrecito de las Navidades."
En estos tiempos de amor al marketing, las tradiciones milenarias suelen convertirse en productos de consumo. El día de Muertos, los bailes prehispánicos, las piñatas y las máscaras de luchador.... Todo va perdiendo su valor simbólico y va ganando un valor monetario. Lo mismo ha sucedido con la Navidad. No obstante, al menos la mercadotecnia se ha encargado de darle a esta fiesta un cariz de unión y esperanza que nos invita a sintonizar una frecuencia más armónica. (aunque sólo sea por un mes).