A las nueve de la mañana acaba con la venta y desayuna sus cinco tacos de barbacoa y su coca en ave. Ruiz Cortines y prolongación Edison.
Terminada la jornada matutina se reporta de inmediato con su jefe para vender el Extra de la tarde, y de nuevo se posiciona en su crucero.
Hay que sorber diesel y humo del mofle, librar las embestidas de los camiones, mentadas de madre de los conductores, verles la cara de mal genio a los automovilistas.
Se preguntara la edad del voceador con cuerpo de niño y cara de mayor, le sorprenderá su respuesta diez años de edad, ahora compárelos con sus hijos, aniñados aún a los quince o diecisiete años.
Esta Navidad, mientras usted cena pavo y sus hijos desenvuelven regalos, Paco corre desaforado a casa, perseguido por una pandilla de la Garza Nieto que pretende robarle sus ganancias del día.
Si lo ve hoy en algún crucero, por favor no sea cruel con el: no vaya a desearle ¡feliz Navidad!.
Porque para Paco y para millones de mexicanos no habrá Navidad, no hay felicidad, no hay juguetes y no hay niñez.
Algunos, lo tienen todo. Otros, ni siquiera el derecho a ser considerados niños, así es la perra vida en los cruceros.