martes, 30 de junio de 2009

Mis Nuevos Vecinos

Disfruto el tesoro de la buena vecindad. No digo que mis vecinos sean mis mejores amigos, el caso es que nos sobrellevamos con respeto y cordialidad. Nos saludamos, sonreímos, platicamos un rato, en pocas palabras, mantenemos una agradable convivencia.¡Quien padezca un vecino desapacible sabrá que la vecindad es asunto serio! Me mudé aquí tras vivir en un departamento donde compartí la cochera y sufrí al histérico perro faldero de una vecina, amén de para qué te cuento.Por eso ahora, mientras el terreno baldío de enfrente deviene un caserón, cruzo los dedos. ¿Quién será mi nuevo vecino?Ahora, en el nuevo milenio, sólo los entrañables vecindarios mantienen la tradición del intercambio: la rebanada de pastel, los limones, la sal, los tamales, los huevos, alimentos a veces solicitados con urgencia, a veces recibidos por espontáneo gesto amistoso, allá van y vienen de puerta en puerta.No digo que se extinguieran tales obsequios. Digo que, en todo caso, en los estresantes tiempos corrientes, la buena vecindad se conforma con no tener que llamar a la policía para calmar al fiestero vecino; nos basta un intercambio de sonrisas, no obstruir las cocheras y que cada quien recoja su basura.¡Qué importantes son los vecinos! A veces nos molestan involuntariamente y basta una reclamación amable y sensata para arreglar el problema. En otras ocasiones reina el infierno, incluso con penales consecuencias.El filósofo Kant interrumpió la redacción de su tratado "Crítica de la razón práctica". Interrogado al respecto, respondió que se inspiraba en el paisaje visto a través de su ventana, y puesto que el vecino del piso inferior no había podado sus árboles y el follaje obstruía la visión, él había dejado de escribir.Mutatis mutandis, me sucedió lo mismo en mi casa anterior, donde solía estudiar viendo el cerro de la Silla por la ventana, en un segundo piso, y hete ahí que un vecino instaló una antena parabólica, enorme plato blanco que obstruyó la visión de medio cerro.Y ni siquiera la desinstaló cuando murió tal moda satelital y ya nadie utilizaba esas antenas; medio mundo dejó que se pudrieran en sus techos. Y por culpa de mi timidez no fui con mi vecino a decirle: "Yo la desinstalo y me deshago de ella. ¡Devuélveme el cerro!".Entre más amontonada viva la gente, más problemas tendrá. Muchos trastornos origina la falta de privacidad. Dicen que las ratas se comen unas a otras cuando las enloquece el apretujadero. Yo mismo enloquezco (claro, no me como a nadie) cuando a la salida de un evento masivo me "engento" y comienza mi taquicardia. Camino de prisa en busca de aire, soledad, paz.¡De cuántas obras maestras nos habríamos privado si el zarismo ruso no obliga a sus súbditos a habitar cuartuchos divididos por tabiques! Algunos célebres diálogos del realismo ruso transcurren entre interlocutores que hablan ¡cada quien desde su casa!La verdad es que ni la gente rica se salva del ruido. Una amiga que vive en una amplia casa de Chipinque me llevó a su recámara para probarme que no sólo yo padecía un perro vecinal. En efecto, escuché los ladridos de un perro. Me dijo que, en todo caso, sólo los "ricos, ricos" podían darse el lujo de aislarse del mundanal ruido.Hago votos por que mi nuevo vecino no sea un político prepotente, un neurótico, o un compadre fiestero. Ojalá que, por su bien y el del vecindario, se ajuste al actual estado de cosas, donde impera un tácito pacto de respeto y libertad.
Animo Disfruten la Vida
Saludos........Ciao

1 comentario:

GRACIANA PETRONE dijo...

Exelente picateclas!!! Quien no ha padecido el infortunio de unos vecinos mal llevados, le costará entender tu relato. Fabuloso!! Si te das una vuelta por mi edificio, verás que no estoy bromeando!!!
Muy explícito, muy buen texto. Saludos cordiales, Graciana